ISSN 2696-5151

NUMERO: 16 AÑO: 2019

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Autora: Ana María Martínez Dietista – Nutricionista (UNC ) (Argentina)

La palabra “lesión” en el mundo del alto rendimiento deportivo suele involucrar otros perjuicios además del daño físico como tal. Puede resultar en una pérdida importante en cuanto a resultados deportivos y cifras económicas tanto para el deportista como para su entorno (Griffin et al., 2000; Hickey, Shield, Williams, & Opar, 2013; Hupperets et al., 2010).

Dependiendo de la edad y la condición física del lesionado, el período de recuperación que se requiere para volver a la competición puede conducir a diversas complicaciones físicas, psicológicas y sociales, negativas (Emery & Tyreman, 2009; Steffen & Engebretsen, 2010).

Lo cierto es que las lesiones ocurren y todo lo que se pueda hacer para que el deportista se recupere lo más pronto posible siempre será siempre bien recibido.

A día de hoy, muchos trabajos de investigación se enfocan en utilizar distintos métodos y/o estrategias para prevenir y curar lesiones, tanto musculares, tendinosas, ligamentosas u óseas. Esta nota, está enfocada principalmente en aquellas estrategias nutricionales que ayudarán a los deportistas a reponerse lo más pronto posible, preservando su masa muscular.

Las lesiones pueden ocurrir de muchas formas, entre ellas, las de rodilla suelen ser las más frecuentes. Aunque los deportes de contacto (fútbol, rugby, baloncesto, hockey, etc.) generalmente se piensan como de mayor riesgo físico, solo alrededor de un tercio (1/3) de las lesiones importantes de rodilla se producen debido al contacto directo con otra persona u objeto, mientras que el resto ocurre en situaciones o deportes sin contacto (Griffin et al., 2000).

La fase inicial de una rehabilitación de lesión de rodilla (< 6 semanas), por lo general involucra una completa inmovilización de la articulación (Grant, 2013). Esta situación provoca un período de desuso muscular, con la consecuente pérdida de masa muscular y una rápida disminución de la fuerza funcional (White, Davies, & Brooksby, 1984), una reducción del metabolismo (Haruna, Suzuki, Kawakubo, Yanagibori, & Gunji, 1994) y una menor sensibilidad a la insulina con el aumento de la adiposidad local (Richter, Kiens, Mizuno, & Strange, 1989).

En conclusión, comprender los mecanismos responsables de la atrofia muscular por desuso, a corto o largo plazo, durante una lesión y la implementación de medidas eficaces para contrarrestarla, serán de gran importancia para la recuperación completa del deportista.

Las lesiones y las posteriores intervenciones quirúrgicas en algunos casos, están asociadas a una respuesta aguda de estrés hormonal e inflamación (Mendias et al., 2013). Sin embargo, el mayor desafío para preservar la masa muscular durante la recuperación es la disminución severa de la contracción muscular.

Algunos estudios demuestran que el tejido muscular sano e inactivo se atrofia en aproximadamente un 0,5% por día (Phillips, Glover, & Rennie, 2009; Wall & van Loon, 2012). Algunos factores como el género, la edad, el estado de entrenamiento físico y la composición corporal previa del atleta pueden afectar la tasa de atrofia por desuso.

De especial relevancia las primeras 1 a 2 semanas donde se han mostrado la mayor pérdida de masa muscular, llegando a perderse de 150 a 400 gr de tejido muscular (Wall, Dirks, Snijders, et al., 2013). Por ejemplo, en un estudio realizado se observó que una pérdida del 8% de la masa

muscular del cuádriceps durante 2 semanas de inmovilización en hombres sanos se acompañó de una pérdida del 23% de la fuerza muscular (Wall, Snijders, et al., 2013).

La proteína muscular se caracteriza por una tasa de rotación relativamente lenta (1-2% por día). Diariamente se están descomponiendo y resintetizando entre 300 y 600 g de tejido muscular, lo que resulta en una renovación completa del músculo esquelético de un individuo en un período de 3 a 4 meses.

Todo esto justifica la importancia de intervenir tan pronto como sea posible en el atleta lesionado, específicamente dirigido a la síntesis de proteínas muscular como a la proteólisis (ruptura).

EL ROL DEL NUTRICIONISTA

La principal preocupación del profesional que trabaja con un deportista lesionado es encontrar la mejor manera de controlar el delicado equilibrio entre la conservación de la masa muscular y la prevención de la acumulación de grasa corporal. Sabiendo cuadrar tanto el requerimiento calórico como de macro y micronutrientes para cubrir todas sus necesidades.

Resulta que no es tan simple como reducir calorías de la dieta, si bien con una lesión corresponde un consecuente déficit de actividad física y gasto energético, algunos autores comprobaron que un déficit de energía inadecuado, acelera la pérdida de masa muscular durante el desuso (Biolo et al., 2007). Sin embargo, un aporte de calorías en exceso, no atenúa la pérdida de masa muscular sino que más bien se traduce en un aumento de masa adiposa o tejido graso (Paddon-Jones et al., 2004). Por lo tanto, mantener un equilibrio energético es de vital importancia.

Además se vio que no alcanza únicamente con controlar las calorías y macronutrientes de la dieta en general, sino que es necesario cubrir dichos requerimientos diariamente, en cada una de las comidas principales, para optimizar la respuesta anabólica.

Por otro lado, no alcanza con aportar la cantidad de proteína necesaria según kilo de peso del deportista, sino que además es importante utilizar un tipo de proteína específico (de lenta o rápida absorción) según el momento del día (Boirie et al., 1997; Pennings 2011; Tang, Moore, Kujbida, Tarnopolsky, & Phillips, 2009; Wall, Hamer, et al., 2013) Por ejemplo, X dosis de caseína antes de irse a dormir.

Otra de las estrategias propuestas sería la de adicionar a determinadas comidas una dosis determinada de Leucina, un aminoácido ampliamente estudio, relacionado con la aceleración de los procesos de síntesis de proteínas e inhibición de su descomposición (Wilkinson et al., 2013).

Otros estudios han encontrado evidencia en el uso de creatina (Becque, Lochmann y Melrose, 2000) (Johnston, Burke, MacNeil y Candow, 2009), HMB (Deutz et al., 2013), y ácidos grasos omega 3 (Smith et al., 2011a, 2011b).

Pero no solo es importante qué tipo de nutrientes estarán disponibles para los músculos, sino el momento exacto para mejorar y aprovechar su máxima absorción, lo que se conoce como “timing nutricional”. Por ejemplo, para un atleta de 85 kg que necesitará entre 140 y 185 g diarios de proteínas, se deberá distribuir esta cantidad equitativamente en las 4 comidas principales, por lo que será necesario que en cada una de ellas, exista un aporte de 35 a 45 g de proteína por comida. Lo que permitirá un anabolismo máximo de proteínas durante todo el día (Mamerow et al., 2014).

RECOMENDACIONES PRÁCTICAS (figura 1)

1: La ingesta diaria recomendada de proteínas para ayudar a mantener la masa muscular durante el desuso es de 1,6 a 2,5 g/kilo de peso/día. La cual deberá consumirse a lo largo de todo el día en 4 a 6 tomas diarias, con una cantidad de 25 a 35 g de proteína/comida.

2: Las proteínas consumidas con los alimentos, deberán aportar una dosis elevada de leucina, sino fuese posible, suplementarla en dosis de 2,5 a 3 g/día y en tomas cada 3 a 4 horas a lo largo de todo el día. Idealmente en desayuno y antes de dormir.

3: Algunos compuestos nutricionales como: HMB; CREATINA Y OMEGA 3 pueden resultar útiles según el caso.

– HMB: 3 g/día.

– CREATINA: 10 g/día durante las primeras 2 semanas y luego dosis de mantenimiento (5g/día).

– OMEGA 3: 4 g/día durante las primeras 8 semanas.

BIBLIOGRAFÍA

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2: Phillips, S., Glover, E., & Rennie, M. (2009). Alterations of protein turnover underlying disuse atrophy in human skeletal muscle. Journal of Applied Physiology, 107, 645–654.

3: Wall, B. T., Snijders, T., Senden, J. M. G., Ottenbros, C. L. P., Gijsen, A. P., Verdijk, L. B., & van Loon, L. J. C. (2013). Disuse impairs the muscle protein synthetic response to protein ingestion in healthy men. The Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism, 98, 4872–4881

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10: Hupperets, M., Verhagen, E., Heymans, M., Bosmans, J., van Tulder, M., & van Mechelen, W. (2010). Potential savings of a program to prevent ankle sprain recurrence: Economic evaluation of a randomized controlled trial. The American Journal of Sports Medicine, 38, 2194–2200.

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13: Biolo, G., Ciocchi, B., Stulle, M., Bosutti, A., Barazzoni, R., Zanetti, M., … Guarnieri, G. (2007). Calorie restriction accelerates the catabolism of lean body mass during 2 wk of bed rest. American Journal of Clinical Nutrition, 86, 366–372.

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15: Smith, G. I., Atherton, P., Reeds, D. N., Mohammed, B. S., Rankin, D., Rennie, M. J., & Mittendorfer, B. (2011a). Dietary omega-3 fatty acid supplementation increases the rate of muscle protein synthesis in older adults: A randomized controlled trial. American Journal of Clinical Nutrition, 93, 402–412

16: Smith, G., Atherton, P., Reeds, D. N., Mohammed, B. S., Rankin, D., Rennie, M., & Mittendorfer, B. (2011b). Omega3 polyunsaturated fatty acids augment the muscle protein anabolic response to hyperinsulinaemia–hyperaminoacidaemia in healthy young and middle-aged men and women. Clinical Science, 121, 267–278

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