ISSN 2696-5151

NUMERO: 29 AÑO: 2019
Numero de Visitas: 816
Autora: Lic. Rafaela Pacheco Leyton (Perú)
Hoy en día existen muchas investigaciones y publicaciones acerca de los beneficios del deporte en etapas tempranas. Además de los beneficios físicos como el desarrollo motriz e impacto favorable en la salud, se establece que a través del deporte podemos desarrollar habilidades sociales y formar a las personas en valores como, por ejemplo, aprender a respetar las reglas, ser solidarios, trabajar en equipo, etc. Sin embargo, no por el hecho de practicar un deporte la persona va a adquirir automáticamente estos valores, sino que es fundamental el papel de padres y entrenadores.

Muchos padres y madres, al llegar el fin de semana, se instalan en las tribunas de las canchas de fútbol y comienza una transformación de conducta. Algunos se volverán hinchas indiscutibles, donde suelen reprochar las decisiones de los árbitros, gritando para demostrar su inconformidad, menosprecian al rival con comentarios negativos olvidando que ellos también son niños como sus hijos e inclusive reprochan los errores de su propio equipo, evidenciando que sólo se irán contentos a casa si se van sumando tres puntos. Otros se volverán entrenadores, gritando desde la tribuna todas las indicaciones técnicas y tácticas que su lectura de juego mejor les indique, gritando en qué momento patear al arco, dar un pase o conducir el balón. En ambos casos, los padres y madres se involucran de forma negativa en la vida deportiva de sus hijos, ejerciendo mucha presión desde edades muy tempranas, exigiendo que los niños obtengan resultados positivos y eviten a toda costa equivocarse cuando el error es parte fundamental del aprendizaje. Algo muy parecido sucede con algunos entrenadores, cuando su única preocupación es ganar todos los partidos, dejando de lado lo aspectos formativos del deporte.
El psicólogo español Joaquín Dosil afirma que, cuando los integrantes de la comunidad deportiva adoptan modelos adecuados a la edad y a la capacidad de los participantes, el deporte adquiere un valor potencialmente educativo positivo, mientras que cuando prima el resultado, la probabilidad de que sea educativo se reduce, reforzándose conductas que pueden resultar negativas. Así mismo, comenta que en el deporte de formación se debe promover que los niños y jóvenes adquieran estilos de vida adecuados, intentando su adherencia a actividades físicas, lo que permitirá que los más calificados practiquen enfocándolas hacia la élite y los menos calificados lo hagan con fines más relacionados con la salud, lo que no quita la práctica competitiva, la autosuperación u otros valores positivos del deporte. Por otro lado, afirma que se cree erróneamente que el éxito es sinónimo de ganar, pero el éxito se debe entender como la capacidad de sacar el máximo provecho de las diferentes situaciones, disfrutando de ellas y obteniendo un aprendizaje significativo. El resultado final será la consecuencia de esta situación, por lo que el éxito se valorará por la realización, no por el resultado.

Organismos internacionales como la Federación Internacional de Educación Física; el Consejo Internacional de Salud, Educación Física y Recreación y la UNESCO, consideran que los dos objetivos fundamentales de las prácticas de los ejercicios físicos en los niños deberían ser la salud y la educación del niño. En ese sentido, la psicóloga Paula Man comenta que lo importante al inicio de cualquier práctica deportiva es la búsqueda de un ambiente deportivo donde desarrollar las áreas psicológicas, emocionales, sociales y físicas, más no el ganar; las competencias en la etapa infantil-juvenil son formativas para que el deportista vaya paso a paso creciendo como persona y deportista, a la vez que busca llegar plenamente preparado para sobresalir y conseguir las recompensas deportivas, educativas, sociales y económicas si esta es su meta. Afirma también que lo más importante es formar personas que tengan valores, que sepan enfrentar y resolver problemas, como deportistas que disfruten la práctica deportiva acorde a sus edades y necesidades.
Es sano que los niños compitan contra sí mismos, que se esfuercen para superar su propia marca o que traten de mejorar sus habilidades para ejecutar mejor las destrezas básicas del deporte elegido. Pero no es bueno que los niños, inducidos por los mayores, jueguen a ganar a toda costa, a burlar el juego honesto o renegar por la derrota. (Akilian, 2004).
La competición es un proceso de aprendizaje continuo para los niños. En ésta pueden aprender a superar dificultades, a esforzarse al máximo de acuerdo a sus capacidades y adquirir mayores niveles de confianza. Pueden también aprender a respetar las reglas, respetar a los demás competidores, controlar emociones negativas como enojo o frustración, saber manejar la presión, etc. Pero todo esto lo pueden lograr bajo la correcta guía de los adultos.
Para que el deporte verdaderamente eduque, nuestra tarea como padres y entrenadores es promover un deporte más educativo y menos competitivo. Tenemos que enseñar a los deportistas a evaluar un entrenamiento o competición a través del esfuerzo realizado y no a través del resultado final. La orientación principal para los padres es que minimicen el excesivo interés por el resultado y se centren en aspectos relacionados con el desarrollo de la actividad deportiva, cuyo objetivo sea valorar el esfuerzo realizado. Para que puedan lograr esto deberán tener en cuenta en todo momento cuál es el rol a desempeñar como padres y madres deportivos, el cual consiste en dos aspectos: ofrecer acompañamiento emocional, lo cual implica brindar apoyo anímico, preguntarle luego del partido cómo se sintió, reforzar la superación personal, etc. Y ofrecer apoyo instrumental, el cual se refiere a brindar el equipamiento necesario para la práctica deportiva como por ejemplo un correcto calzado, ropa deportiva, canilleras, etc. Así mismo, implica llevarlo puntualmente a los entrenamientos y partidos, brindarle una correcta alimentación e hidratación, etc.
En este sentido los padres y madres deberán realizar una transformación de conducta en la tribuna, desistiendo de comportarse como hinchas de equipos profesionales y dejando al entrenador ser entrenador, recordando cuál es su verdadero rol en el ámbito deportivo: acompañamiento emocional y apoyo instrumental.
Referencias bibliográficas:
Akilian, F. (2004). El deporte como agente de formación escolar. Caso: taekwondo. Recuperado el 20 de Marzo de 2015, de http://www.efdeportes.com/efd76/tkw.htm
Dosil, J. (2004). Psicología de la actividad física y del deporte. Madrid: McGRAW- HILL .
Man, P. Competencias infantiles y juveniles. Recuperado el 18 de Marzo de 2015, de http://www.com.org .mx/competencias-infantiles-y-juveniles-icuales-son-los-objetivos-al-competir.html
Soler, A. (2012). Inteligencia deportiva. Barcelona: Plataforma.
Vives, J. (2011). Entrenando al entrenador. Ideas y trucos para una comunicación constructiva y eficaz. Bubok publishing

Comentarios recientes