ISSN 2696-5151

NUMERO: 41 AÑO: 2020

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Autor: MSc. Bryan Mora Flores (Costa Rica)

Para nadie es un secreto que el fútbol es uno de los deportes sobre los cuáles se ha generado más cantidad de conocimiento. Pero concebir el fútbol exclusivamente masculino y de alto rendimiento (lo que vemos en televisión) son dos errores comunes en la actualidad. El fútbol base, el fútbol femenino, el fútbol sala, el fútbol playa; tienen su propia identidad y sugieren un análisis distinto.

Si queremos caracterizar cualquier fenómeno deportivo, debemos hacerlo vinculando dos grandes perspectivas: El deportista como el ser humano agente de cambio y de movimiento,  así como el deporte como el entorno en el que se desenvuelve.

El fútbol masculino y femenino comparten las características del deporte (lógica interna) reglas, móvil, espacio, cantidad de compañeros y adversarios etc. pero varían significativamente en distintas variables del deportista, por el simple y al mismo tiempo complejo hecho de que es practicado por mujeres.

Si nuestro interés es profundizar en el fútbol femenino, no podemos hacer tomando como referencia el fútbol masculino como a veces escucho: “es más lento, más emocional más… etc. que el fútbol masculino”. Nuestro análisis que posteriormente desemboca en la práctica, debe hacerse tomando como eje central a la propia mujer y su constitución bio-psico-social, aspectos de los que haré referencia a modo general.

Biológicamente: 

La principal diferencia en plano biológico tiene como origen la capacidad potencial de gestar una vida humana dentro sí. De ella se derivan diferencias anatómicas como en el caso de pelvis que está conformada por huesos más ligeros y delgados con una orientación hacia al frente lo que influye en la amplitud del Ángulo Q con respecto a los hombres. A nivel endocrino también hay diferencias por la segregación hormonal de estrógenos y progesterona que también participan del ciclo menstrual y con él una serie de procesos.

Psicológico

Si el enfoque biológico se manifiesta desde la globalidad, el plano psicológico lo hace desde la individualidad. Se conocen diferencias estructurales a nivel cerebral como el grosor de la corteza y las diferencias de tamaño en la amígdala, hipocampo y a nivel ventricular. También influye la propia construcción subjetiva de cada mujer de acuerdo a su experiencia dentro de un marco cultural determinado, lo que genera un inmenso espectro de rasgos y personalidades. Pero si puedo acotar por conocimiento de causa que, las motivaciones, los procesos grupales (formación, conflicto, normalización y disolución), sus formas de comunicarse y solucionar situaciones, enfrentar la adversidad entre muchos, son diametralmente al fútbol masculino.

Social

Este aspecto en el fútbol femenino tiene repercusiones, a mi criterio de las más influyentes. Si hablamos de práctica deliberada y sistemática para alcanzar la maestría deportiva, tenemos que tener en cuenta la edad de inicio en la actividad y entorno. El deporte es una construcción social y ¿cuál es núcleo social por excelencia?: la familia. Pero también sabemos que los niños son futbolistas desde el deseo de sus familiares (por lo general otras figuras masculinas) y su estimulación motriz temprana gira bastante cerca de un balón. En las niñas se dibuja una realidad distinta, en la que por lo general se encuentran (casi literalmente) con un balón y lo hacen años más tarde en comparación con los niños. 

Sumado a esta “desventaja”, se debe tomar en cuenta todos aquellos prejuicios, limitaciones o paradigmas sociales que deben ser vencidos desde muy temprana a edad para continuar con esta pasión.

Del resultado de esta interacción de factores emerge el perfil de las dos grandes dimensiones del rendimiento: capacidad de rendimiento y su disposición hacia el rendimiento. Que responde en mayor o menor medida a cada uno de los aspectos comentados anteriormente pero también al club, al entrenador, a la región e incluso al país donde se encuentre un determinado equipo de fútbol femenino.

Debemos entender que entrenamos personas y no capacidades. Entender a la jugadora como el centro del proceso implica en el orden de las cosas ser merecedores de su confianza. El entrenamiento es un proceso de cambio y se este se da de manera eficiente, cuando existe un entorno de apertura para la práctica y el error contemplados de manera natural, quizá como cuerpo técnico tenemos que configurar ese entorno que debieron haber tenido en sus primeros años de vida.

Diferente no es sinónimo de menos, sólo es diferente y a veces diferente es mejor.

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